Necesitan energía todos.
El problema es qué comer. Aristóteles lo explicaba bien cuando las
civilizaciones lograron permitir el ocio como él lo explica: tiempo para pensar
y producir y no tener que cazar a buscar la comida o protegerse del
entorno, los egipcios fueron los primeros y comenzaron a buscar causas y consecuencias
de los movimientos de los astros, a buscar formas más efectivas de construir, y
sistematizar las cosas.
Pero eso nos genera un problema sencillo comer, dado que nuestro
esquema evolutivo (presencia de los dientes llamados caninos) nos hizo
cazadores y furtivos, al nivel de tigre y el lobo carnívoros por excelencia. Seres
acondicionados para realizar faenas de grandes distancias y un gran esfuerzo
físico no tanto mental.
Pero llegó el sedentarismo, el trabajo intelectual y se
valoró más allá del trabajo físico, y este afectó nuestro físico. No es
casualidad ver imágenes de grandes sabios de medioevo con sus prominentes
formas (como una preconcepción del arte de Botero) y luego en la revolución
industrial ver a los grandes empresarios con sus prominentes... formas.
Y llegamos a nuestra realidad dónde las mamás de antaño y
anteriores a las clasificaciones generacionales de las letras eran exaltadas
por los gorditos y bonitos de sus hijos, dónde se potenciaba que el que más
comía más sano era, y el flaco era visto como el enfermito...
Han cambiado muchas cosas ahora, dónde el comer bien ya no es
comer bastante, dónde uno puede comer mucho pero eso implica comer mal, el ser
de figura generosa ya no es una condición de buena salud sino de todo lo
contrario,
El comer bien se ha convertido en un arte dónde intervienen todos,
desde el proceso de cultivo de los alimentos, su transporte su venta (y
reventa) su preparación, y en especial su consumo, ya no es comer para llenarse
y hartarse si no para alimentar el cuerpo que un resultado de una mente maestra
o de la evolución dado que sin él, Es demasiado lo que no podemos hacer.
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